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Desde el momento en que el paciente se pone en contacto con nosotros el objetivo es concretar una cita para atenderle personalmente. La primera sesión suele ser una conversación abierta sobre el motivo por el cual el paciente acude a nosotros. En esta primera sesión -y tras conocer el motivo de consulta- se plantea el encuadre. Por lo general el tiempo que se dedica al paciente en  las primeras sesiones suele ser mayor que el que se establecerá para las sesiones de tratamiento, que suelen estar estimadas en 45 minutos puesto que es el tiempo aproximado de un trabajo óptimo a nivel psicológico.

 

En otras ocasiones el terapeuta puede derivar al paciente a alguien de su confianza.

 

Las primeras sesiones son de evaluación, lo que indica que queremos conocer en profundidad al paciente y aquello que nos plantea. Esta evaluación suele realizarse mediante entrevistas y test y suele durar unas cuantas sesiones, tras las cuales se realizará una sesión de devolución. En ésta se comunicará al paciente aquellos aspectos a trabajar, con qué frecuencia semanal, si se hará uso del diván o no...etc. Es decir, la devolución es el resultado de la recogida y análisis de datos por parte del terapeuta que es transmitida al paciente en forma de una visión general de aquello que le pasa y que es interesante trabajar.

 

El encuadre implica un modo de llevar a cabo este trabajo, y en él se consensúa con el paciente la próxima cita, la duración de cada sesión, el precio por sesión...etc. Se trata de un compromiso verbal  entre ambos.

 

 

Respecto a la durabilidad de las terapias dependerá del modo conjunto de trabajar, de la problemática del paciente y de muchos otros factores, por lo que no puede ser precisado. No existe un tiempo estándar si consideramos que cada persona sigue su propio tiempo a nivel psicológico. Al tratar al paciente desde su individualidad no hay una norma común respecto a cuánto debería durar una terapia. El estudio del caso por caso permite un acercamiento terapéutico intransferible. Se considera que cada persona es única, así como cada historia de vida, por lo que no hay una serie de tratamientos establecidos a priori que puedan ser generalizables a una población o a una problemática. 

 

Además, la psicopatología entendida de manera clásica no es considerada como tal, puesto que se evita toda etiquetación puesto que puede suponer un "taponamiento" a la hora de pensar. Los límites entre sano y patológico no son considerados desde un punto de vista cuantitativo sino más bien como un gradiente de mayor o menor intensidad que podemos encontrar en cada uno de nosotros. La psicoterapia trabaja sobre temas que pueden estar generando un sufrimiento en un sujeto concreto en un momento concreto de su vida. Esta idea implica que pedir ayuda no significa estar "loco" o tener una "patología", que se puede acudir a consulta por motivos muy diversos de la vida cotidiana, o que simplemente una terapia puede suponer un querer entender o un acompañamiento.

 

La relación entre paciente y terapeuta es uno de los puntos clave en psicología. Por ello una cierta conexión o simpatía entre las dos partes resulta fundamental para poder trabajar. Es importante destacar que esta relación difiere considerablemente con cualquier tipo de relación que podamos haber mantenido en nuestra vida. Tiene unas particularidades que se vivencian en la propia terapia.  El tipo de material que se trata en las sesiones implica que uno debería tener la libertad de elegir a aquel terapeuta con el que se sienta más cómodo.

 

Por otra parte, cuando una persona acude en busca de ayuda debe saber desde el principio que ésta requiere mucho esfuerzo personal, puesto que se tratarán temas que no resultarán fáciles. A menudo podemos sentirnos "removidos" por dentro, algo confusos, e incluso puede generarnos malestar. Pero hay que tener en cuenta que todo cambio implica un "salirse del sitio" para encontrar uno nuevo desde el que ser de otra manera, con la mirada siempre puesta en una futura mejora.

 

Finalmente, la terapia es una experiencia personal como tantas otras en la vida, que nos hace aprender más sobre quiénes somos, nos conduce a pensar y a plantearnos preguntas, a intentar un cambio, a entender mejor el pasado y el presente,  y recolocar aquellas cosas que quedaron en el aire...entre otras. Además, un trabajo a un nivel más profundo implica cambios que se suelen mantener a largo plazo.

 

 

 

 

Cómo se trabaja 

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